Una historia de oscura y sangrienta fantasía épica

– Las Tierras de la Noche.

Las Tierras de la Noche

“…Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios entre nieblas y nubes, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales”.

-La Odisea, de Homero-.

Las Tierras de la Noche son un lugar inhóspito y cruel.
Los lobos no son pequeños y de color amarillento. Son masas de músculo y una hambruna que los hace devorar a sus rivales heridos, o a los de su misma manada.
Criaturas que miden un metro setenta si los pones de pie. Grises devoradores de carne con poderosas mandíbulas, y enormes tigres dientes de sable.
Los aullidos de los lobos dan comienzo a la noche en Kymria (o Kymirnn entre nosotros en lengua del norte, que significa Tierra de la Noche), negra como la oscuridad misma, y el cielo sólo está despejado al salir la luna, conforme te acercas más a las fronteras.
El sol no se ve de día, tan sólo distinguirías una pequeña y molesta perla brillante entre el fondo gris y poblado del frío cielo. La tierra del suelo es negra, y contrario a las habladurías, fértil. Hay campos de pastos altos, dorados, verdes eucaliptos y castaños, bosques de pobladas arboledas de pinos y abetos, caminos tanto llenos de nieve blanca y pura como arroyos gélidos y cristalinos.
Es una tierra antigua y oscura, fría.
Nadie se siente a salvo aunque lleve armas o sea un enorme dragón, y ni siquiera ellos han poblado Kymirnn jamás. Pero aquí el hombre tiene amigos como el halcón de las nieves, el lobo estepario, que aunque siempre tiene hambre y es fiero, en contadas ocasiones siente una extraña afinidad hacia el hombre (pues en un tiempo, antes de ser lobo seguro que fue persona).
Los civilizados temen a la noche sin una antorcha, y los hay que mueren de miedo. Y si no, por la mano de algún bárbaro o algún vampiro, al entrar en las sagradas colinas de las Tierras de la Noche.
Los pueblos están resguardados de la marea de males con los que se puebla el mundo lejos de la seguridad de una hoguera y tus compañeros de armas. Hay espíritus guardianes, y dioses de la guerra y la muerte que otorgan sus favores a los mejores guerreros de las tribus. Éstas y los clanes mantienen una rivalidad constante en cuanto a expandir territorios y cosechar botines o algún trofeo de guerra, pero muestran un compañerismo extremo en tiempos de necesidad.
En las tierras civilizadas se preguntan si, por el ansia de sangre de los Cymyr en la batalla (la manera en la que enloquecen luchando sea contra lo que sea), no son sedientos vampiros que tienen un alto sentido del honor y una mirada intensa y fría, que refleja, bajo la tormenta de acero, almas tristes y sin esperanza.
Condenadas a matar hasta morir en singular combate. O sobrevivir y seguir matando.
El sol se levanta cada día, y no hay diferencia de una mañana, o atardecer de invierno, a una noche cualquiera en un país tan frío y salvaje. Los árboles son negros. Las agujas de pino sirven de cama en las cuevas a los osos. Las ruinas de otras civilizaciones de hace generaciones o milenios son parte del paisaje y de la historia cultural del país, reflejando el pasado guerrero de cada clan y tribu.
Nosotros los Cymyr (palabra en lengua del norte que nos señala como hijos y moradores de las Tierras de la Noche) estamos orgullosos de nuestra fuerza y el coraje en la batalla alimenta nuestros corazones, y por tanto, llevamos la guerra en la sangre más que ningún otro hombre.
Por eso, nadie puede superarnos, y si te encuentras con uno de nosotros en una guerra…, bueno, hay enemigos más fáciles y que te odiarán menos, pero si llegas a nuestra tierra y te consideramos amigo, lo serás para siempre.
Las espadas bárbaras se forjan cada día, las hachas se afilan, sedientas de combate.
Las runas se interpretan por chamanes tribales, las hojas de acero se tatúan y las guerras y demás asuntos se discuten en el fuego del consejo.
Aquí somos independientes de los dioses pero seguimos bajo su mirada, somos libres de la civilización. Los dioses de la guerra nos mandan catástrofes para ponernos a prueba, para ver nuestro orgullo guerrero hundido o alto.
No tenemos esperanza en la otra vida, y en esta, al menos es mejor sentir el calor del fuego que vagar por un helado camino a merced de los demonios de una realidad que sólo encontrarías en tus pesadillas más oscuras.
Los hombres lobo acechan en los bosques, en la misma circunstancia que puedes estar volviendo a tu poblado o saliendo a cazar un venado. Hay gente que ansía nuestro poder, vernos encadenados y siendo sus esclavos.
Pero no lo consiguen, no saben del acertijo que encierra el acero.
Nosotros sí lo sabemos.
Ven conmigo por los senderos de los muertos, por caminos pedregosos y nevados, donde tus piernas se hundirán en la nieve y pisarás huesos de otros que estuvieron allí luchando antes que tú. Caminemos con el viento a la espalda, una hoja de acero en la mano, por entre la niebla, la cual puedes cortar debido a su frío espesor.
Pero con todo, en Kymirnn también hay primavera. Por entre sus colinas, en las laderas, es la patria donde me crié, y a la que pertenecerá mi corazón siempre.
¡Ven conmigo a esta tierra mía! Tierra de noche y oscuridad.